lunes, 20 de octubre de 2014

Estudiante del Liceo del Prado
Profesora Sandra Quirico


Amai The Killer.
Una noche, estaba acostada mirando por la ventana y pensando en mi vida, en como soy, qué seré y porque. Me encantan las historias de terror y estoy, podría decirse, obsesionada con Jeff The Killer. Me sé toda su historia. También me encantan las películas de masacre donde destripan a todos de una manera violenta. Por ejemplo las películas de SAW, me encanta el muñequito sádico que dice "Que comience el juego". Mis padres no me dan mucha corte, no me quieren, y yo, los detesto.
Soy seria la mayor parte del tiempo, me gusta todo lo que es Rock y Metal, no importa de qué parte del mundo sea, por ejemplo, mi banda favorita es NOCTURNAL BLOODLOST es una banda de rock japonesa, ¡Me encantan por que pegan esos gritos desgarradores que tanto me gustan!
No tengo amigos, no le caigo bien a nadie, y eso es genial, porque odio a todos. Yo estoy bien en mi pedacito de mundo. Sola. Sin nadie que me diga que hacer, ni que usar, como ser y hablar. Eso es para princesas perfectas en su castillito de cristal. En pocas palabras, es basura para mí. Odio el color rosa, tan chillón, tan niña, tan perfecto. Prefiero el rojo, porque es el color de la sangre y representa poder y respeto. Así lo veo yo. Así es mi mundo. A veces pienso que tengo el perfil perfecto de un asesino.
Soy alta, de cabello largo por la cintura, rubio, tengo un mechón del jopo teñido de violeta. Mis ojos son verdes. Me gusta vestir con colores oscuros, como ya dije odio los colores chillones, a excepción del rojo.
Me arropé con las sabanas, dispuesta a dormir. Sin poder conciliar el sueño, comencé a imaginarme como sería yo de asesina, ¿Así como Jeff? ¿De pelo suelto, largo y alborotado? ¿O las asesinas, como Jane, se preocupan por el look? Pff, que preguntas bobas, ellas son ellas y que hagan lo que quieran, yo me lo lavo y le paso el peine para des enredarlo, luego que se seque solo y tome la forma que desee, yo solo voy a matar, no me interesa mi aspecto.
Cuando ya estaba medio dormida, escuché la puerta de mi habitación abrirse y sentí unos pasos. No eran de mi madre, porque siempre anda de tacón. Tampoco era mi padre, el nunca, NUNCA entra a mi habitación, aunque la casa se prenda fuego y este, fuera el único lugar seguro, no pisaría esta pieza. El hace como que yo no existo, y me parece perfecto, porque para mí, el, tampoco existe. Sentí una respiración en la cara y me di la vuelta dándole la espalda a esa entidad que me acompañaba. Supe que se subió a mi cama, encima de mí, cuando sentí un cuerpo pesado sobre el mío. Abrí los ojos y me di la vuelta. La sorpresa que me llevé fue enorme cuando lo vi. La única "persona" que aprecio, que admiro, que me interesa, que quiero, podría decirse que es "amor" pero esa cosa es para personas perfectas, yo no creo en el amor. Como decía... lo vi, ahí, frente a mí, conmigo. ¡¡Era él!! Era, Jeff The Killer.
- Go to sleh...
No lo dejé terminar, ya que en un movimiento rápido lo tiré de la cama quedando sobre él en el piso. El me miró con sorpresa y yo, sentí como se acumulaba el calor en mis mejillas... me levanté y salí por patas. Corrí lo más rápido que pude y llegué al living donde aparté unos sillones y me metí en una pieza de la casa que solo yo conocía. Tapé el huequito con la cortina de la ventana y atraje el sillón. Allí, no había ocurrido nada.
Comencé a caminar por ese lugar. No era muy grande, pero no era para nada chiquito. Era algo así como una pequeña casita debajo de la tierra con figuras de cera o plástico, no sé, ni loca iba a tocarlos para averiguar que estaban hechos. ¿Mira si es algo así como la casa de cera? Gracias, pero no quiero tocar nada, yo paso. También hay osos y conejos de peluche medio podridos. Uno de los conejos, que estaba sentado en una sillita mecedora, me llamó la atención. Era mediano, iba desde mi cuello hasta mi pelvis. Tenía un ojo y, en donde debía ir el otro, tenía una cruz cocida de color rojo y el pelaje era de color caramelo.
Lo tomé. Me gustó ese conejo y, ya que a nadie le pertenecía, me apoderé de él. Es que estaba ahí, tan solo, como yo, por siempre sola... o, eso creía.
- Ya no estarás solo, yo te cuidare -miré su pecho, del lado del corazón donde decía su nombre-, Kyo.
- Chiquilla, ¿Dónde estás? -sentí su voz, se refería a mí- Vamos, matémoslos a todos.
Me escabullí y salí por el mismo lugar del que había entrado. Fui corriendo a mi habitación y tomé una katana. Me dirigí al cuarto de mis padres, abrí la puerta, entré y me aproximé hacia ellos. Papá, en la cómoda, tenía un arma. La tomé y disparé por la ventana. Mis padres se despertaron sobresaltados.
- Hija, baja las armas. –Ordenó mi madre-
- No quiero.
Papá intentó acercarse a mí mientras yo miraba a mamá.
- Otro pasó y te disparo viejo inútil. –Le apunté a la cabeza con el arma-
- Amai Harrison, ¡No le hables de esa manera a tu padre!
- ¡Él, no es mi padre, y tú no eres mi madre! –Les grité- ¡No son más que basura! –disparé a la pierna de papá y el quedó tirado en el piso quejándose del dolor- Ustedes dos –dije aproximándome a mamá-, no significan nada para mí.
- Hija –intentó pararse pero las piernas no le respondían-
- ¡No soy tu hija! –En un movimiento rápido con la Katana le corté un brazo haciendo que gritara del dolor-
- Amai, ¿Por qué? –Preguntó mi padre tirado en el piso-
- ¿Por qué? –me voltee a él dejando a Claudia, mi madre, ya sin ambos brazos y llorando del dolor- Porque tengo ganas de matar. Porque me gusta matar. Porque es divertido ver la sangre brotar del cuerpo de las personas. Entonces ahí pensé << ¿Por qué no mato a la basura de mis supuestos “padres”?>>
- ¡Nosotros siempre te dimos todo! –gritó-
- ¡MENTIRA! –Ya estaba enojada- ¡NUNCA ME DIERON LO QUE YO MÁS QUERÍA! –unas lágrimas salieron de mis ojos- ¡EL AMOR DE PADRES! ¡JAMÁS LO TUVE! ¡JÁMAS DEMOSTRARON AMOR HACIA MI! –Me sequé las lágrimas- Por eso, al correr de los años, mi odio fue creciendo cada vez más, y más. Ya estoy harta de ustedes.
Clavé la katana en el estómago de Whein, así se llamaba mi supuesto “padre”. Me encantaba escuchar los gritos de dolor. Comencé cortando sus dedos, luego seguí por el antebrazo y el brazo. Los corté en pequeñas rodajitas. Whein, no podía más del dolor, y me pedía que lo matara de una buena vez.
- No te preocupes, que morir, morirás. Pero primero, quiero hacerte sufrir.
Me levanté y fui hasta mamá, la agarré del cuello y le exploté los ojos con la punta de la katana. Whein gritaba una y otra vez “Claudia” el nombre de su mujer. Le corté las piernas en pequeños cuadraditos y a lo último abrí su pecho, saqué sus órganos y, acabando con ella… atravesé su corazón. Volví con Whein y le corté las piernas en rodajas.
- ¿Te gustó el espectáculo? –Me viré a la puerta-
- Sí, muy entretenido. –me contestó-
- ¿Trajiste la gasolina, Jeff? –le pregunté-
- Y el encendedor. –me afirmó-
- Genial. -me viré a Whein- Levanta la cabeza. –le ordené-
Él levantó la cabeza y cerró los ojos. Puse el arma un poco más debajo de su pera y halé del gatillo. Disparé. La cabeza de ese infeliz explotó. Con mi ropa, cubierta de sangre, me dirigí a Jeff.
- Bien hecho Amai… -me felicitó-… ahora, eres una de nosotros.
- Gracias maestro. Incendiemos este mugroso lugar. –le pedí-
Esparcimos la gasolina por toda la casa, sobre los muebles y los cuerpos. Agarré mi katana, mi nueva arma, mi conejo y baje junto a Jeff. Él fue el primero en salir de la casa y yo me quedé en la puerta. Agarré el encendedor de Jeff, lo encendí, lo tiré dentro de la casa y, rápidamente, esta, ardió en llamas. Comencé a reír junto a Jeff y lo último que dije antes de irme con él fue cortito, simple, sonoro. Sweet dreams...

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